Tiger Bay no es el club de futbol promedio de las ligas menores de Gales. Para cada uno de sus jugadores, el futbol es sólo el comienzo.
Cardiff es hogar de una de las comunidades multiétnicas más antiguas de Gran Bretaña, después del gran número de inmigrantes que acudieron, en el Siglo XIX, a los opulentos puertos para trabajar. Entre la multitud se encontraba una gran cantidad de marineros somalíes, que se establecieron en la zona conocida como Bahía Tiger. Casi un siglo después, los somalíes siguen llegando a la capital galesa forzados a escapar de su tierra natal por la guerra civil que continúa plagando su nación.
Abdi Osma, de 23 años, lo sabe muy bien. Nacido en Somalia y criado en Cardiff, vacila entre el entusiasmo y la tristeza conforme me platica cómo la ciudad obtuvo su comunidad de inmigrantes; repentinamente, se debía del tema para hablar de las políticas globales y los riesgos del nacionalismo.

Lo que hace la experiencia un poco menos ordinaria es que Abdi juega para el club de futbol más intrigante de Gales, el Tiger Bay FC, y que juegan en la Cardiff Combination League, es decir, la octava división en la pirámide del futbol galés, en caso de que te lo hayas preguntado.
La Premier League de Gales es casi invisible en la agenda deportiva del país. Bajar siete niveles más significa que los medios prestan cero atención a lo que sucede, existen todo tipo de jugadores, y las instalaciones son bastante modestas.
Existe una cantidad inimaginable de clubes en este nivel, desde el norte hasta el sur, desde las fronteras inglesas hasta la costa del Mar de Irlanda. Pero Tiger Bay es muy diferente. Cada uno de los jugadores y miembros del plantel son de primera o segunda generación de inmigrantes (lo cual es particularmente notable dado que Gales es menos diversa étnicamente que cualquier región en Inglaterra). La mayoría son somalíes. Algunos nacieron en Cardiff, otros se mudaron a la ciudad cuando eran pequeños. También cuenta con jugadores de Yemen y Bangladesh.
El club existe desde el 2009 y tiene el propósito de darle a los jóvenes la oportunidad de jugar futbol; oportunidad que probablemente no tendrían en otros lugares. Tiger Bay no excluye a nadie. Cualquier persona interesada en unirse al equipo es bienvenida, siempre y cuando mantengan el balón sobre el piso y disfruten del juego.
A pesar de su edad, Abdi es relativamente un veterano —los jugadores más grandes del equipo rondan los 21 años—. Abdi dice que podría jugar en otra división, pero se siente más feliz jugando para un club enraizado en su comunidad. También trabaja en las oficinas del centro de la comunidad con vista a la cancha, y entrena al conjunto Sub 16. Abdi huyó de Somalia con rumbo a Cardiff cuando era pequeño. Habla de la guerra civil en su país, y de cómo el nacionalismo ha logrado separar más a sus compatriotas que unirlos. También habla de futbol, aunque en un plano secundario.

En este nivel, los clubes están formados por grupos de amigos que disfrutan jugar los sábados al mediodía y tomar unas cuantas cervezas al terminar. Este parece ser el plan de los oponentes en turno, Cathays Conservatives AFC.
Pero Tiger Bay tiene que ver con algo más que el futbol. Establecido en un área que continúa albergando una alta población somalí, el club unió fuerzas con el centro comunitario y cuenta con varios equipos de jóvenes. Lo que busca es otorgarle a la comunidad un sentido de unidad y propósito por medio del balompié.
“Nos creamos en el 2009”, explica Idris Mohammed, ex jugador y actualmente el entrenador asistente del club. “Había muchos jóvenes en la zona que no tenían una oportunidad para jugar, ya sea porque otros equipos no los querían o por cualquier otra razón. Decidimos armar un equipo en 2009, yo y otros miembros del comité, y desde entonces hemos tenido diferentes personas encargadas de organizarnos.
“Lo hacemos para regalarle algo a estos niños”, continua. “Disciplina, no sólo en el campo, sino también fuera de él. Puede que sólo sea los domingos, pero es algo que se queda con el tiempo. Juegan futbol en lugar de perder el tiempo en las calles. Lo hacemos todo por los jóvenes”.
Al igual que Abdi, Idris nació en Somalia y se mudó a Cardiff cuando era niño. Idris admite que el equipo ha tenido que enfrentar al racismo en su corta historia, pero ello no ha afectado su deseo de jugar.

“No se confundan, no soy tan ingenuo como para decir que no existe el racismo. Lo hemos sufrido, pero simplemente lo solucionamos contactando a las autoridades. No es algo que nos desmotive. Nosotros seguimos jugando”.
Por medio del futbol, como menciona, intentan evitar el escándalo y las molestias que generalmente se asocian con torneos de mayor nivel en Gales. “Jugamos con el balón sobre el suelo”, dice Idris. “Es nuestra filosofía, nuestro ethos“.
Su casa es un humilde campo en Canal Park de Cardiff, localizado cerca de los muelles de la ciudad. Los monumentales arcos color blanco del Millennium Stadium (mega domo de la ciudad con capacidad para 70mil personas que albergó la final de la Champions en 2017) contrastan con el hogar de Tiger Bay.
La cancha esta rodeada por zonas industriales, apartamentos y edificios. No hay asientos, sólo una barra de hierro que da la vuelta al perímetro de la cancha. Veinte minutos antes del arranque, el defensor de nombre Mo, arma las porterías con la ayuda de algunos amigos. La gente va y viene al inicio del partido, hasta que se forma una masa de personas que se interesan en la acción. No son más de 50, pero no olvidemos que es febrero en el sur de Gales, llueve a ratos y el clima es helado.
La atmósfera de los muelles se complementa con el sonido de las gaviotas a la distancia. En algún punto, se juntan varias alrededor de lo que parece ser comida sobre la banda, y se dispersan en el momento en que la pelota pasa cerca. No es el Millennium Stadium.

Pero el futbol no debería ser sólo imponentes estadios, jugosos contratos televisivos, y equipos con jugadores que no poseen relación alguna con el club que representan. Al enfatizar su comunidad, Tiger Bay nos recuerda que el futbol es incluyente, y que pude juntar a un gran grupo de niños de diferentes etnias, que habitan en la parte pobre de Cardiff, para jugar futbol.
Y aunque hayan sido blanco de prejuicios en el pasado, los contrincantes de hoy no muestran intenciones de hacerlo, sólo se saludan y ofrecen disculpas cuando disputan el balón con fuerza desmedida. El futbol en este nivel es invisible para el resto del mundo, pero para aquellos que participan y lo ven, es una fuente invaluable.
Escrito por Jim Weeks.